Expansiones

Expansiones
por Silvia Dolinko

Desde poéticas y procedimientos diversos, las obras de María Eugenia Barrios, Pipa Estefanell, Andrea Fernández y Lorena Vázquez convergen en esta exposición llevando al espacio distintos recursos de la multiplicación de objetos e imágenes, presentando así una expansión del universo de la gráfica. Una expansión que, cinco décadas después de las primeras experimentaciones con el grabado en nuestro campo artístico, aún mantiene su fructífera vigencia a partir de otras posibilidades exploratorias.

Las cuatro artistas tienen una común formación profesional dentro de las Escuelas de Bellas Artes; dentro de este ámbito académico, todas se especializaron en la disciplina del Grabado. Partiendo de esta impronta -o tal vez debido a ella, a su carga connotativa- las artistas prefieren aquí eludir expresamente la definición de «grabado» o «gráfica» (tópico casi ineludible dentro de la especialidad) para caracterizar esta exposición. Se trata de evitar el encasillamiento tanto nominal como técnico, poniendo el foco en la obra en sí, en su idea.

María Eugenia Barrios «pone en escena» un cardumen: precisamente, la artista entiende a su instalación como cercana a la presentación de una obra teatral, donde la línea argumental apunta a señalar la dimensión de lo efímero, lo transitorio. Inscriptos en distintos módulos cuadrangulares, los peces -surgidos del proceso de reelaboración de la imagen de una figurita troquelada de los años 30- mantienen un contrapunto cromático mientras que mutan en tamaños y orientaciones; así, subvirtiendo la rigidez de la organización reticular, acentúa la representación de la inestabilidad en la que radica la propuesta de la obra.

Huesos, caracolas, piedras, tierras: con instinto de coleccionista arqueológico, distintos elementos procedentes de la naturaleza son escogidos por Pipa Estefanell para el desarrollo de sus obras. Estos recursos se imbrican -o se tensionan- con las marcas introducidas por la artista: grafismos, estampas y palabras que ponen en juego en la obra el registro de lo «cultural» frente, o junto, a lo «natural». Lo orgánico deviene restos y rastros, marcas a través del tiempo; el despliegue en el espacio de la impronta gráfica es puesta en acto a través del diálogo entre formas de la naturaleza y marcas de la materia artística.

Desde la conjunción de tramas lineales y planos blancos con pequeñas fotografías, Andrea Fernández cuestiona la marca del grabado tradicional que -desde su perspectiva particular- conlleva un dejo de «rusticidad», una impronta tosca. Contrariamente, su propuesta parte de una interrogación visual en torno a la sutileza; sus blancos evocan extensiones indefinidas y profundas en las que se sumergen mínimas figuras femeninas, aludiendo a una dimensión evanescente o, más bien, a metáforas visuales sobre el sentido inquietante que se desprende de la fluidez y de lo inestable como duda (casi) infinita.

Lorena Vázquez profundiza en su instalación fotográfico-objetual sobre un tópico que viene indagando en su obra reciente: los pies como base para la identificación o, mejor, para el autorretrato. En progresión de lleno a vacío, de lo implícito de la presencia humana -el pie sugerido dentro de una media- al protagonismo explícito del objeto -una sucesión de esas mismas prendas textiles-, la interrelación en la secuencia de fotografías y elementos expande en este caso la ambigüedad de lo real/virtual del soporte de la madera y de la presencia del objeto a la esfera del espectador, el espacio de la instalación.

Las propuestas de las artistas despliegan así un entramado de relaciones a partir de algunas particularidades y problemas de la gráfica contemporánea, es decir, de la gráfica expandida. En la revisión del estricto y canónico rectángulo de papel estampado, sus imágenes amplían el registro de la superficie impresa impulsando a explorar otros recorridos, tanto dentro del concreto espacio de la exhibición como en función del desarrollo de una disciplina que, como vemos, puede continuar expandiéndose.